REALIZADORES
DROPE (Pedro Granados Thorin) - MARIA MAREA (Maria José Ortíz) - ORDIG (Sebastian Avila)
Dirección, edición y guión - Guión y co-producción - Diseño sonoro
DESCRIPCIÓN:
Monocultivos de la mente es un corto de video experimental (surrealista) en el que la edición de material de archivo, diseño sonoro y narrativa poética fue realizada conjuntamente por diversos artistas para un proyecto articulado al manifiesto político del colectivo Raíz de monte, cuyo propósito es invitar a reflexionar sobre las implicaciones socio-ambientales que ha traído el dominio de la humanidad sobre su propia especie, al igual que el medio en el que habita.
El proyecto se ha valido de una serie de preguntas orientadoras formuladas colectivamente:
¿Cómo pensamos, sentimos y reflexionamos en nuestros tiempos la libertad?
¿Desde qué ideas conscientes e inconscientes tratamos de gestar y permanecer en la rebeldía?
¿Es el cuerpo ese lugar y no lugar que habitamos y deshabitamos?
¿En que parte de mi se instalan los contenidos simbólicos del poder?
¿Cómo habitamos nuestro cuerpo con estas preguntas en nuestras cotidianidades?
Las discusiones generadas por el motor de la duda al igual que de los acontecimientos anteriores y presentes al año 2020, han impulsado la formulación de una obra cuya propuesta expone el contexto de condicionamiento, control y dominio sobre la vida en términos que la naturaleza puede traducir, debido a que la industrialización que trae el consumo masivo impuesto por la demanda y el acelerado crecimiento demográfico ha desbordado la existencia del ser humano hacia una perspectiva de automatización en función de su supervivencia, donde el sujeto expuesto al bombardeo informático es modelado hacia un predecible esquema de vida del cual se reproduce y configura el pensamiento al igual que la conducta hacia el subterfugio de la realidad antropocéntrica.
Estas reflexiones han destapado un sin número de preguntas asociadas a la libertad como a la necesidad de cambio que nos impulsa a la rebeldía en los distintos territorios que nos habitan y habitamos.
COSECHA, PRODUCE, DESECHA
Tomando como base las reflexiones y textos alusivos a Vandana Shiva, se han abordado conceptos que hacen referencia a la interiorización del esquema de vida como una fórmula de predecir la existencia cada vez más adecuada al consumo y a reproducción de discursos asociados a la verdad, la cual surge en paralelo a la industrialización de las otras formas de vida, pues el alimento generado por los monocultivos estaría basado en los pragmatismos que el ser humano ha encontrado eficientes para corroborar el sentido de su propia realidad.
La ilusión de un telos (propósito o sentido) alcanzable se presenta como un método del que la juventud es una víctima cándida, puesto que al aceptar la estructura de pensamiento modelada por el poder, configura al sujeto hacia los prototipos, arquetipos o estereotipos de los cuales rigen nuestra identidad.
La cosecha es una analogía a la reproducción del pensamiento formulado por el sistema utilitario del que nuestra especie y otras formas de vida se ven en amenaza. Que dicho de otro modo, es el reflejo de un sentido de relacionamiento basado en la utilidad, una forma de vincularnos con nosotros mismos y los demás cual si fuéramos los objetos cuya vida útil solo dependerá de sus diseños y propósitos de consumo.
El fenómeno de los monocultivos de la mente ha generado en la sociedad una sensación de utilidad en la que el individuo es considerado una herramienta poco prescindible dentro de un sistema de fabricación de identidad y de discursos que evocan a las distopías y ficciones de la modernidad.
MECANISMOS DE UNIFORMIDAD
La síntesis, el escepticismo científico y los pragmatismos de la burocracia parecen ser los síntomas de un mecanismo que impulsa a la sociedad al avance de nuestra especie, siendo esta la generadora de alternativas y paradigmas que garantizan la construcción de un sistema funcional y prometedor ante el alcance de un telos o propósito irrevocable.
De estos avances se desprenden pequeñas estructuras que dominan nuestro pensamiento y configuran la realidad, de modo que para nosotros resultaría complejo imaginarnos un mundo fuera de nuestro tiempo sin recurrir a los acontecimientos que enmarcaron la historia del ser humano. Las necesidades implantadas y las perspectivas que traen consigo la máquina del poder, se funden en nuestras cotidianidades sin que podamos reconocer que parte de las fallas que hoy en día amenazan nuestra supervivencia y la de otros seres es el resultado de un desempeño impulsado por los “beneficios” que brindan estos síntomas de avance.
Dicho de otro modo, toda ventaja sugiere algún tipo de retroceso, poniendo como ejemplo la tecnología o a la energía atómica, ambas revolucionarias en la eficiencia medida en términos económicos y sociales, pues entre las posibles soluciones que han generado se encuentra el potencial informático que poseen los espacios digitales y la comunicación a distancia por mencionar el caso de las tecnologías, así mismo para la energía atómica, cuya reducción de emisiones de efecto invernadero y el bajo costo de electricidad sugieren una mejor calidad de vida.
Concretamente, ambos ejemplos se presentan como la solución de una serie de problemas generados por otras causas, es decir que estos avances son el remanente de otros paradigmas que en su momento dominaron la lógica de otros tiempos.
Así mismo cabe mencionar que dentro de los pragmatismo (motivados generalmente por los discursos que motivan al consumidor a saciar su telos) han generado diversas necesidades o problemáticas de las cuales se desprenderán otras soluciones generadoras de problemas.
La paradoja se reproduce hasta el sistema que rige la contemporaneidad, un mecanismo que antepone la construcción de la identidad bajo los parámetros que rigen el mundo sobre la perspectiva que invita a dudar la existencia. Quizá para nuestra especie resulta ser más fácil encontrarse en los rótulos y las categorías impuestas, que hallarse a sí mismo entre la experiencia de su propia vida (una vida que cada vez más deja de ser auténtica), pues al igual que un plaguicida, fumigamos los cultivos con el único fin de recolectar la cosecha. Sin preguntarnos por aquellos otros seres que habitan el espacio y mucho menos sin conocer el origen y composición de estos agentes tóxicos.
Es industrial el pensamiento y así mismo es pragmático, herramientas cuya función está definida dentro de los límites que la gran máquina impone, pues se presentan como el único elemento que puede ofrecer la respuesta a un despropósito que nubla nuestras formas de reconocer la vida por fuera del molde en la que habitamos.
En conclusión, esta obra evoca una mirada más profunda respecto a lo que nuestro presente nos sugiere, partiendo del bombardeo informático y saturación en la imagen, la poética inmersa en los estrambóticos fondos sonoros. Monocultivos de la mente más allá de un insumo artístico es el manifiesto de un colectivo cuya intención busca exponer los supuestos que rigen nuestros territorios para invitar a dudar sobre el mundo que habita, habitamos y nos habita.